Fueron muchas las veces en mi niñez, las que mis abuelos me contaban como a consecuencia de aquella feroz represión las mujeres eran rapadas.
Situación que además de no entender me costaba creer debido a mi corta edad. Dolores así lo deja reflejado en sus memorias, lo que denota el trágico y dantesco escenario que se estaba viviendo.
«Me costaba trabajo creer que cayesen tan bajo en la represión, que no creía aquello de que se cortara el pelo. Hasta que un día entró una chica de Turón, con ello no cortado sino arrancado y al oír aquel relato espeluznante, había algo en mi interior que se revelaba y en cualquier ocasión les lanzaba al rostro…».
A continuación se expone un magnifico articulo sobre «Las rapadas de Lekeitio: víctimas de la represión franquista» para ver como esta practica era común en todo el territorio nacional:
Tam-Tam, tampatantam. Gregori Goitia Izurieta (1919) tenía 16 años pero recuerda como si fuese ayer el sonido del tamboril que anunciaba el «paseo de la vergüenza». Con el apoyo de los «señoritos», los alguaciles y guardias civiles testaban en Lekeitio un castigo que se extendió por muchos pueblos y ciudades del nuevo Estado dictatorial, aunque los registros de aquellas humillaciones públicas sean escasos. De norte a sur, solamente se conservan tres únicas fotografías que ilustran esa barbarie.
Rufo Atxurra, historiador autodidacta y una de las fuentes más fiables de información del pueblo no pudo recabar documentos de lo acaecido en Lekeitio porque «las víctimas hicieron lo posible por enterrar esas vejaciones» y «las autoridades no escribieron un listado de las atrocidades cometidas».
Tampoco figuran expedientes sobre estas mujeres en los tribunales militares del franquismo. Han sido las grandes olvidadas. Son los propios familiares los que, con su testimonio, pueden ayudar a escribir el relato de aquellos escarnios…
Fuente documental:
Diario Público