La cárcel del chalet de Orue

Hay dudas sobre durante cuantos años fue cárcel de mujeres. Se habla del período entre los años 1937 a 1941. Siendo la primera fecha la de noviembre 1937. A pesar de ser una mansión pensada para albergar 30 personas, llegó a haber recluidas entre 600 y 700 personas. Entre 1937 y 1941 pasaron por el Chalet de Orúe unas 3.000 presas. Los datos de la prisión que oscilan entre 600 y 700 presas por año no se corresponden con los datos del Padrón de 1940 que señala la existencia de 470 personas viviendo en el Chalet.

Esta improvisada cárcel de mujeres, era un chalet abandonado en la huida de la entrada fascista en Bilbao, que se situaba enfrente del Carmelo y a escasa distancia de Larrinaga, supuso una de las más horribles cárceles del periodo franquista que aún permanecen vivas en la memoria de mucha gente de Santuxu como «la clínica Santa Marta» y por ende un tanto desapercibida como centro clave de la represión franquista.

El Chalet en concreto disponía de un muro alto y estaba enfrente del convento de El Carmelo (hoy permanece la actual Iglesia de El Carmelo). Hablamos de una época que muy poca gente recuerda, de los años 1937 a 1942, no solo porque las personas que entonces eran niñas y niños hoy son mayores de 85 o más años, si no también y/o sobre todo porque, en aquellos años, el tan popular barrio de Santutxu de hoy en día, era un complejo prácticamente rural, con varios conventos, la cárcel provincial de Larrinaga, la Casa Galera, una fábrica de tabacos y otra de ladrillos, las minas de El Morro y muy pocas casas particulares. Es decir, la gran mayoría de las familias que más tarde ponen su sello a este barrio luchador, no llega hasta los años 60. Se conoce la procedencia carlista e integrista del propietario del Chalet Orúe y durante la II República. Luego, el chalet fue la clínica Santa Marta y ya en los años 70 fue derribada para edificarse las viviendas actuales en lo que ahora son las calles Remigio Gandásegui, Julián Bolívar y El Carmelo.

Si bien no existen fechas documentadas que constaten el tiempo que el chalet estuvo habilitado como prisión de mujeres, se tiene constancia del inicio de esta actividad en el mes de noviembre de 1937, fecha de entrada del primer expediente procesal, y su existencia como penal se alarga hasta la primavera de 1942. A tales efectos, se pueden consultar interesantes páginas webs, con contenido adicional, datos y orígenes de este chalet-cárcel, que sirven para tener una clara noción de la importante represión que en aquel caserón tuvo lugar, véase: deia.eus, santutxuzaharra.com, lasmerindadesdelamemoria, o el video con experiencias personales de la web Santutxu Zaharra.

Pero quiero centrarme en Mónica Calvo Ortíz, antropóloga y doctoranda UPV-EHU, una de las principales investigadoras del Chalet de Orue, con la que tuve el placer de intercambiar información al comienzo de los trabajos de estas memorias. Si bien se puede consultar distintos artículos por ella escritos, en las páginas web arriba referenciadas y otros, es el último trabajo Calvo Ortiz, M. (2023). Vivir, enfermar y morir en las cárceles de posguerra. Un acercamiento a las enfermedades de las mujeres en la Prisión Provincial de Bilbao y el Chalet Orue (1937-1942). Espacio Tiempo Y Forma. Serie V, Historia Contemporánea, (35), 87–106. https://doi.org/10.5944/etfv.35.2023.36316, el que ocupará las siguientes líneas.

Este artículo y según su autora, tiene como objetivo, acercarse a los problemas de salud enfrentados por las mujeres en la Prisión Provincial de Bilbao y el Chalet de Orue durante la postguerra (1937-1942), utilizando para ello como fuentes documentales, los libros de entrada y salida del Hospital de Basurto en Bilbao y los expedientes penitenciarios de mujeres en las citadas prisiones. Si bien existen abundantes estudios sobre las pésimas condiciones de vida, salud, hacinamiento que las mujeres soportaron en las cárceles franquistas, lo acontecido en el Chalet de Orue merece resaltarse también con letras mayúsculas.

Un aspecto poco estudiado que así se refleja en el presente estudio, es la falta de atención médica que las mujeres recibían en prisión, mujeres que no solo padecieron las enfermedades epidémicas existentes en las cárceles franquistas, como la fiebre tifoidea, la sarna o la tuberculosis, sino que también sufrieron enfermedades ligadas al género femenino, negándoles la debida atención médica y cuidado durante el embarazo, el puerperio o la menopausia. A tal efecto, el de las condiciones de salud sufridas en prisión, Dolores con un cruel realismo deja buena cuenta de ello cuando relata:

La comida cada vez era menos, la miseria espantosa, el agua era algo que rayaba con lo criminal, un pequeño arroyo que discurría desaguando en él todas las alcantarillas y recogiendo todos los residuos. Cuando íbamos a lavar teníamos que apartar los excrementos que traía la pequeña corriente y al fregar lo mismo y para beber de aquellas aguas corrompidas, cuando llovía embarrizadas…

Enseguida entró el tifus. La primera en pagar tributo fue una asturiana de Pola de Lena, María (la de la Cuquera) y muchas más que sacaban en el carro de la basura, como si fueran perros. Cuando íbamos al comedor a cenar, las sacaban para que no las viéramos, las tenían tiradas por los pabellones muchos días y cuando comprendían que se morían, las llevaban a la enfermería, por llamarle algo así…

Aproximadamente, en noviembre de 1937 se habilitó el Chalet Orue. Allí trasladaron a todas las mujeres que estaban recluidas en Larrinaga en ese momento, 544 aproximadamente, y al menos 30 mujeres desde el Cuartelillo de Seguridad en febrero de 1938, tras el brote de sarna, convirtiéndose exclusivamente así, en una cárcel para mujeres. La fiebre tifoidea, continuaba en 1938 siendo un verdadero problema a erradicar en el interior de las cárceles y pese a tomar medidas orientadas a erradica o disminuir los contagios, (vacunas antitíficas para la población reclusa, zonas de aislamiento o disminución de la población reclusa por sobreseimiento de causas o traslado a Saturrarán), la fiebre tifoidea siguió acompañó a las mujeres presas en aquellos penales habilitados, que gozaban de lamentables condiciones de hacinamiento e higiene.

De las condiciones de hacinamiento allí sufridas, Dolores deja constancia a su llegada un 18 de mayo de 1938:

Llegamos al fondo, parecía una catacumba, 64 mujeres en 6 literas, nos metimos a oscuras hasta que amanece, aunque allí seguía siendo de noche, cuando nos avisan que darán una botella de agua para lavarse y apagar la sed. Recogimos el agua sucia que nos dan por medio de una manga, y después un poco de agua sucia para desayuno, aunque pomposamente llamaran café, un chusco de pan y allí en aquella cueva oscura metidas. La comida es el día de hoy que todavía no sé de qué se componía, pues sólo con su olor tumbaba a uno para atrás…

Foto I- Foto Kulturverein baskale

Rufino Silván que llegó como nuevo médico del Chalet de Orue a principios de 1938, tras una dilatada trayectoria profesional y personal, pues había sido apresado y conducido a Larrinaga durante los once meses que duró la guerra en Bilbao, sobreviviendo al asalto de las cárceles el 4 de enero de 1937, donde resultó herido, certificó el traslado desde el Chalet de Orue de al menos 100 mujeres al Hospital de Basurto entre 1938-1940, con distintos cuadros de enfermedad en estados imposibles de tratar en aquel edificio habilitado como prisión, como apendicitis, diabetes, cánceres, tumores, enfermedades renales (tuberculosis renal, uremia), respiratorias (asma, pleuritis), además de afecciones ginecológicas.

La autora, pone el foco de atención, en la gran cantidad de hospitalizaciones por cuadros descritos como anexitis, una enfermedad inflamatoria pélvica causada por bacterias como la chlamydia o el estreptococo que provoca la inflamación de la vagina, las trompas de Falopio y los ovarios, acompañada de dolor intenso. La anexitis está habitualmente relacionada con enfermedades de transmisión sexual sin tratar. Además, son frecuentes los casos de metrorragias y diversas enfermedades como metritis post partum, ganglios en mamas, eccema de pezón o fibromas uterinos. Interesante también, el capítulo bajo el título » Muertes evitables en los penales centrales» donde además de examinar las causas, se exponen casos concretos de mujeres fallecidas en esos penales.

La deplorable y deficiente alimentación ofrecida en las prisiones y tan repetidamente denunciada por Dolores, se encuentra directamente relacionada con el estado de salud que presentaban estas mujeres. Realmente lo único que apaciguaba la insaciable hambre sufrido, eran los envíos de comida que sus familiares con gran esfuerzo realizaban. Diferentes informes elaborados por presos en Larrinaga, muestran una dieta pobre a base de lentejas sin limpiar. Legumbres que conformaban la dieta básica en el resto de las prisiones, pues Dolores ya deja constancia de ello, desde el primer día que visitó la cárcel Modelo de Oviedo antesala de su próximo destino Saturrarán:

 Las lentejas sin escoger, que no por su escasez se dejaban de comer, sino porque eran una porquería…

A este respecto, sobre lo allí acontecido en el Chalet de Orue, Mónica Calvo refleja el testimonio de las carencias alimenticias a las que eran sometidas a tenor de lo manifestado por distintas presas:

Rosario Sánchez Mora, «La Dinamitera», cuenta que la dieta en el chalet «casi siempre era arroz pasado, muy pasado porque se hincha mucho, da de sí, y era agua y arroz blanco».

A su vez, la asturiana Dolores Valdés, escribió en sus memorias personales que en el chalet les daban «un poco de agua sucia para desayuno, aunque pomposamente lo llamaran café, y un chusco (…)».

Las conclusiones del estudio, parecen determinar que la cercanía al hospital de Basurto y la presencia de un médico que las diagnosticara y remitiera con celeridad allí, podían ser factores determinantes para sobrevivir, siendo las mujeres de las prisiones de Larrinaga y Chalet de Orue, las más beneficiadas por la cercanía a dicho hospital. Por otra parte, las condenas más largas que eran cumplidas en los penales centrales, tenían un mayor riesgo de agravamiento, todo ello debido a una falta de atención y tratamiento que en muchos casos llevaban aparejada la muerte de la condenada. Como objeto de estudio, Mónica Calvo señala a las enfermedades metales sufridas por estas mujeres como objetivo pendiente, pues la falta de documentación expresa y de testimonios directos, determinan a estas enfermedades como una categora dífícil de analizar y de cuantificar.

Para más información:

Chalet de Orue: las mujeres presas a sujetos invisibles
Represión penal de las mujeres de Bizkaia
Mujer y represión franquista en Bilbao: el Chalet de Orue
Acercamiento al estudio de la prisión de mujeres, Chalet de Orue
“Orue”, la prisión habilitada para mujeres. De la represión al olvido

Fuente documental:
Las merindades en la memoria

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