Medidas penitenciarias contra el tifus 1941

En 1941, la morbilidad por tifus exantemático  (declaración obligatoria) ascendía en números absolutos a 8699 y la mortalidad a 1644 (Fuente : Navarro garcía, Ramón, Análisis de la sanidad en España a lo largo del siglo XX. Madrid. Instituto de Salud Carlos III; 2002,p 210-211).

La epidemia de tifus exantemático padecido en los años de posguerra, supuso toda una movilización de recursos, en la búsqueda de una vacuna eficaz que pusiera freno a un problema que afectaba a la población general. El tifus, presente en todos los conflictos bélicos, colocaba a España como un referente, para que estas investigaciones encaminadas a la búsqueda de una solución, se desarrollaran en colaboración con distintos equipos multinacionales, como la Fundación Rockefeller o el Instituto Pasteur de Francia.

Caracterizado por un alto estado febril, el tifus pertenece a un grupo de enfermedades infecciosas, causadas por bacterias del género Rickettsia, que se transmite a través de la picadura de piojos, pulgas y garrapatas. Los estados febriles, las erupciones cutáneas y otra sintomatología, pueden ser mortales si no son tratados adecuadamente.

Las cárceles franquistas, donde la escasez de materiales, las pésimas condiciones de habitabilidad, las deplorables condiciones higiénico sanitarias, junto a la fatal alimentación que era suministrada a los prisioneros, hacia de estas instituciones, verdaderos caldos de cultivo donde las bacterias cobrarían múltiples vidas humanas. Ejemplo de ello los 36 niños y 4 mujeres, contagiadas por el estado del agua que abastecía a la prisión y que pagaron con su vida en la cárcel de Saturrarán en el año 1940. Badiola Ariztimuño, Ascensión. La represión franquista en el País Vasco. Cárceles, campos de concentración y batallones de trabajadores en el comienzo de la posguerra. 2015. Universidad Nacional de Educación a Distancia (España). Facultad de Geografía e Historia. Departamento de Historia Contemporánea.

En la línea con lo denunciado por Dolores, en relación a las malas condiciones del agua, Balbina Lasheras señalaba:

«Tuvimos sarna, tifus, algunas murieron de tuberculosis, y también padecimos difteria»

Jiménez Lucena, Isabel. El tifus exantemático de la posguerra española (1939-1943). El uso de una enfermedad colectiva en la legitimación del «Nuevo Estado». Dynamis, 1994; 14: 185-198. señala:

«Sin pudor ninguno se identificó la limpieza material con la limpieza ideológica, en correspondencia con la represión en curso; de este modo se escenificó un verdadero paralelismo entre el contagio físico y el contagio moral y la lucha contra el «piojo verde» (nombre popular del animalito) se transmutó en lucha contra el «piojo rojo», en palabras del Director General de Sanidad…»

 

Foto I. Cartel informativo Tifus Exantemático.

 

Así pues, el Régimen, ya señalaba en el centro de la diana, a los tildados como «rojos», causantes o portadores de una enfermedad que amenazaba con diezmar a la población, y donde una vez más, los componentes ideológicos eran aplicados en uno u otro sentido en perjuicio de los vencidos.

Las autoridades, conocedores de que las prisiones eran verdaderos focos de infección del tifus, que se propagaba por la gran cantidad de piojos que portaban los prisioneros, comienzan a elaborar una serie de medidas urgentes, encaminadas a la desinsectación y desinfección, que con carácter sistemático y periódico han de empezar a aplicarse:

1. Suspensión de todas las comunicaciones. Tan sólo se permitirá la entrada de los funcionarios, y estos procurarán cambiarse de ropa al entrar y al salir de la ‘Prisión’.

2. Prohibir la entrada y la salida de las ropas que no estén desinfectadas.

3. Corte de pelo al cero a los hombres y muy corto a las mujeres; a unos y a otras Se les dará fricciones al cuello cabelludo y al cuerpo con vinagre sublimado al 2 por 1.000, o petróleo y aceite a partes iguales.

4. Quemar las ropas viejas e inservibles y desinfectar las otras, si no hay estufa, cociéndolas con agua y lejía, y también con plancha muy caliente.

5. A los reclusos que no tengan ropas por habérselas quemado por inservibles, se les facilitará un mono, con cargo a la Administración.

6. El Médico reconocerá periódicamente, cada diez días, a todos los reclusos, para repetir las prácticas que se citan anteriormente en todos aquellos que lleven parásito.

7. Si hay una celda o pequeño local independiente, se convertirá en cámara de desinfección por gas sulfuroso o cianhídrico, cuya operación dirigirá el Médico de la Prisión.

8. El Director o Jefe, tan pronto se presente un caso de tifus exantemático, lo comunicará al Inspector de Sanidad, que visitará la Prisión y dispondrá las medidas profilácticas que crea, que se llevarán a la práctica sin excusa ni pretexto.

9. Cuando se presente un caso de tifus exantemático, es necesario e indispensable practicar la vacunación antiexantemática, en todos los reclusos y funcionarios. Esta operación se practicará siempre bajo las órdenes del Inspector de Sanidad.

10. Los Directores Jefes, comprarán los desinfectantes que ordene el Médico o el Inspector de Sanidad, autorizándoles para rendir la cuenta correspondiente con cargo al concepto de «Higiene y Sanidad». 

11. El Director o Jefe, comunicará diariamente las novedades que ocurrieran en las Prisiones donde se padezca de tifus exantemático.

12. Cuando en una Prisión se dé un caso de tifus exantemático, se prohibirá la salida y traslado de reclusos, y si fuera puesto alguno en libertad, se le llevará antes a la cámara de despiojamiento y se dará cuenta al Inspector de Sanidad.

Fuente documental: Obra de Redención de Penas por el Trabajo.

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