La Obra de Redención de Penas por el Trabajo, en sus memorias publicadas en el año 1939, en materia de sanidad, establecía, una declaración de intereses que bien pudiera parecer obra de un proyecto social digno de un país del propio siglo XXI y no de un país sumergido en plena cacería hacia los que consideraban rebeldes.
El número de prisioneros había sobrepasado toda expectativa y el número de enfermos no paraba de crecer, bien porque ya ingresaban con graves problemas de salud, bien porque las condiciones higiénico-sanitarias existentes en las prisiones eran tan inhumanas, que las enfermedades y la muerte a causa de ellas, era un denominador común, en todas las cárceles repartidas por el país durante el Régimen franquista.
Dolores Valdés deja constancia de ello cuando relata:
“… enseguida entró el tifus, la primera en pagar tributo fue una asturiana de Pola de Lena, María (la de la Cuquera) y muchas más que sacaban en el carro de la basura como si fueran perros. Cuando íbamos al comedor a cenar, las sacaban para que no las viéramos, las tenían tiradas por los pabellones muchos días y cuando comprendían que se morían, las llevaban a la enfermería, por llamarle algo así.
Se morían sin siquiera tener una mirada cariñosa, lejos de los seres queridos, muchas tenían hijos pequeños que habían quedado abandonados y aquel dolor las llevaba a la tumba, ¡cuántas quedaron así!, ¡muchas!
Había un médico que era un ser que su presencia repugnaba, tenía corte de morfinómano. Cuando venía a ver a una, la tocaba con el pie y decía:
—¿Cómo va usted?, ¡fuera!
Aún lo decía en otra forma grosera, aquello cohibía el ánimo más templado …”.
Esta terrible situación descrita por Dolores, es confirmada por Ugarte Lopetegui, M. A. (2011), Saturrarán: solo quedan los tamarindos. Ediciones Universidad de Salamanca, Stud. Hist H.ª cont., 29, pp.273, cuando señala:
“… las malas condiciones del agua afectaron masivamente a los niños y niñas que vivían con sus madres en Saturrarán y durante el verano de 1940 hubo muchísimas muertes en el penal. Las causas que constan en los expedientes, no están relacionadas directamente con el tifus o las enfermedades relacionadas con aguas contaminadas, pero desde el 26 de junio de 1940 al 8 de septiembre de 1940 en la Prisión de Saturrarán murieron 36 niños y niñas y 4 mujeres. Hubo días en que murieron 3 y 4 personas …”.
Así pues, la realidad era bien distinta a lo que la propaganda del Régimen decía respecto a un tema tan serio como la salud de los prisioneros/presos. La Obra de Redención de Penas por el Trabajo, en sus «Memorias» del año 1939, exponía como prioridad absoluta la salud de todos aquellos que superpoblaban las cárceles franquistas, y así se señalaba en este memorándum, cuando se establecía como deberes inexcusables de la Dirección de Prisiones, el mantenimiento de la disciplina por un lado y la sanidad en el interior de las prisiones por otro.
A juzgar por los informes oficiales, la descripción que Dolores hace de las condiciones sanitarias en Saturrarán y conformada por Ugarte Lopetegui, nada tenía que ver con los datos y la situación que las autoridades describían sobre este aspecto cuando se señala:
Pese a la inevitable aglomeración de varias Prisiones y a las condiciones higiénicas totalmente inadecuadas de otros edificios habilitados a este respecto, el estado sanitario es satisfactorio en casi todas ellas. La estadística minuciosa que se lleva al día con los datos telegráficos enviados por los Directores acusa un porcentaje global del 3 por 100 de enfermos, debiendo tenerse en cuenta que las estadísticas extranjeras, en edificios mejor dotados, arrojan un porcentaje del 4 a 5. Se da también la circunstancia satisfactoria de que los focos infecciosos que alguna vez se han producido aisladamente y que fueron cortados con rapidez, se debían a enfermos que llegaban contaminados del exterior.
Imágenes como la arriba expuesta, bien puede parecer que el Régimen franquista dotaba a las prisiones de Spa y solárium para el buen disfrute de la población reclusa. Pero el Patronato, a iniciativa de Pérez del Pulgar, no se circunscribía solo a remitir los positivos datos expuestos, debidos a según ellos, a una excelente política sanitaria. Responsabilidad suya sería también la de proyectar un hospital penitenciario con capacidad para más de mil reclusos enfermos que estuviera dotado de pabellones donde se pudieran atender múltiples enfermedades y se realizasen cirugías. Igualmente se anunciaba la creación de una Escuela de Medicina o la de Laboratorios fábrica donde pudieran trabajar reclusos enfermos viejos y otros impedidos. Además dentro de este proyecto el Patronato también crearía laboratorios de análisis e investigación.
El fin de esta «novedosa e importantísima inversión», por un lado era tratar de dar trabajo y remunerar a un elevado número de Médicos, Enfermeros, Farmacéuticos, Químicos, Físicos, Estudiantes que se encontraban cumpliendo largas condenas. y por otro ayudar al Estado con la grave carga que supone el sostenimiento del elevado número de reclusos enfermos y a la vez invertir en investigación y contribuir al descubrimiento y fabricación de distintos productos farmacéuticos y medicinales. Toda una autentica inversión en I +D al servicio del «preso rojo».
A juzgar por los informes publicados, una constante en la política sanitaria del Nuevo Estado, era la continua creación de servicios sanitarios en las prisiones, pues la salud debía de ser «toda una garantía fundamental» para los que allí iban a cumplir largas condenas. La habilitación de nuevos locales y la transformación y mejora de los existentes era una promesa que debía de ser cumplida en el menor tiempo posible.
Un ejemplo de la propaganda que el Régimen distribuía, sobre las condiciones higiénico sanitarias en las prisiones, y los «estándares mas minuciosos de calidad y seguridad» que decían cumplir, es el publicado en relación al Hospital-Prisión del Carmelo en Bilbao y así queda reflejado:
A los análisis de Laboratorio se han añadido investigaciones de Microscopio para determinaciones bacteriológicas, citológicas, etc., donde se resuelven todas las consultas de las diferentes Clínicas de este Hospital y las que remiten las enfermerías de las demás Prisiones de esa región. De 157 enfermos del aparato respiratorio curaron 63, continúan en franca mejoría 92 y sólo ocurrieron dos defunciones por enfisema pulmonar complicado con insuficiencia cardíaca.
Se ha conseguido curar algún caso gravísimo de gangrena pulmonar y otro de absceso pulmonar con los tratamientos más idóneos. Los diez casos de paludismo que se han producido procedentes todos ellos del Ejercito rojo, han curado total y satisfactoriamente, habiéndose puesto en práctica los medios profilácticos necesarios para evitar el mal en sus iniciaciones originales. El paludismo por tanto, puede decirse que ha quedado definitivamente combatido, dominándosele del mismo modo en su aspecto epidémico y contagioso.
Para más información:
Lucha tras las rejas franquistas
El complejo penitenciario de Carabanchel
Vivir, enfermar y morir en las cárceles de posguerra
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